Esta reflexión me cuesta mucho y la motivación es muy sencilla: de todas las actividades que tiene que hacer el profesor, la evaluación es la parte que nunca me ha gustado. La pregunta es… ¿Por qué? Y otra vez la motivación es sencilla: siempre he visto este momento del aprendizaje como algo negativo y estresante para el profesor y los alumnos. Muchas veces el profesor parece un juez que sólo tiene el deber de verificar si sus alumnos han aprendido todo, como si el proceso de aprendizaje al final fuera solo eso.
Hoy en día uno de los retos más dificiles para los profesores es esto: entender y hacer entender que la evaluación no es nada negativo. La evaluación no es el el “fin supremo y último” del proceso de aprendizaje y no sirve únicamente para acreditar conocimientos.
La evaluación forma parte del proceso de aprendizaje y es también un proceso de reflexión que el profesor hace con sus alumnos: las actividades de evaluación también sirven para el aprendizaje.
Los alumnos aprenden en función de cómo les evalúas y por consiguiente es fundamental trasmitir muy claramente y desde el primer día qué esperas de ellos. Si planteas a tus alumnos evaluaciones reales, resulta más fácil que los alumnos entiendan cuál es el sentido de lo que vas a enseñar (Carles Monereo,Dime cómo evalúas y te diré cómo aprenden tus alumnos ).
Si el aula de ELE es el “lugar” donde se aprende a aprender y donde el profesor enseña destrezas y competencias, no se pueden evaluar los alumnos mediante exámenes que miden la habilidad memorística o la habilidad para resolver problemas descontextualizados
En la clase de ELE donde el profesor enseña a través del método comunicativo resulta necesario aprender a evaluar y evaluarse de manera auténtica. Como sugiere Carles Monereo, este tipo de evaluaciones deben poner al alumno frente a situaciones lo más realistas posibles para que desarrollen y activen todos sus conocimientos y aptitudes. Hay que tener en cuenta y permitir el uso de todas las herramientas que los alumnos tendrían en la vida real.
Como ya he dicho se trata de un enorme reto para el profesor, pero merece la pena: el proceso de aprendizaje no puede ser un camino “bonito y comunicativo” que termina con el trágico final sorpresa de la evaluación.
La evaluación es auténtica si involucra al mismo tiempo los alumnos y el profesor, o sea los participantes del proceso de aprendizaje.
Para hacer esto el profesor tiene que planificar:
- qué situaciones auténticas deberán ser capaces de resolver sus alumnos al final de curso
- determinar las unidades y organizar las clases de acuerdo a esas situaciones de evaluación
Por lo tanto es necesario fomentar la reflexión (individual y cooperativa) en clase para que se pueda desarrollar un proceso de evaluación continua: un termómetro constante que permita al profesor tener un feedback del proceso de aprendizaje en sí.
La evaluación puede y debe convertirse en un proceso positivo para aprender y generar reflexiónes creativas para seguir mejorando.
“No tiene ningún sentido recoger información, interpretarla y comunicar los resultados, si es que esto no deriva en la aplicación de estrategias que permitan mejorar el aprendizaje de los estudiantes”(Carlos Rosales)
“No tiene ningún sentido recoger información, interpretarla y comunicar los resultados, si es que esto no deriva en la aplicación de estrategias que permitan mejorar el aprendizaje de los estudiantes”(Carlos Rosales)